
A pocas semanas de las elecciones locales, en Bahía Blanca aún sigue sin resolverse la profanación de las 300 tumbas. El episodio ocurrió durante el mes de marzo y detrás de él, se esconde un mensaje político y una situación macabra: la venta ilegal de huesos y feretros.
Lo único que lograba romper el silencio que reina en el cementerio municipal de Bahía Blanca era la conversación de dos albañiles que estaban terminando con la reparación de las tumbas dañadas. Uno de ellos, un señor que aparentaba tener 40 años, se molestó al enterarse que se haría una entrevista sobre las sepulturas destruidas meses antes. "Como si no hubiéramos hablado suficiente ya con la policía y los familiares, ahora la prensa" comentaba a su acompañante mientras Leonardo, el secretario de la administración, llamaba al director y nos indicaba cual era el último nicho afectado por los profanadores.
En una amena charla el señor Marcelo Caramelli, director del cementerio local, intentó aclarar los diversos episodios ocurridos a lo largo del año en el que fueron dañadas mas de 300 tumbas, entre las cuales se encontraba la bóveda que contiene los restos de Héctor Horacio Iglesia Braun, hijo de un ex jefe de la policía bonaerense y su novia, María Victoria Chiaradía, quienes fueron asesinados en agosto del año 2000, luego de permanecer desaparecidos durante 9 días.
Mientras recorríamos la necropolis observando los sectores dañados, Caramelli y su secretario explicaron que al hacerse cargo de la administración, el 10 de diciembre de 2006, detectaron graves irregularidades, como venta clandestina de féretros y monumentos, robo de placas, empleados inexistentes o ausentes durante más de un mes y hasta la comercialización de huesos para estudios médicos. Esos sucesos fueron denunciados en forma inmediata por el director de la necrópolis y el representante legal de la municipalidad bahiense en una declaración que duró cinco horas, aunque no se tomó ninguna medida y la causa no avanzó.
Tres meses después, el 12 de marzo a las 6 AM mientras el sereno recorría el cementerio descubrió que varios sectores habían sido destruidos en su totalidad, mientras que otras áreas sólo registraban daños parciales. Las sepulturas se encontraban abiertas, las placas tiradas y los elementos que la acompañaban, permanecían a un costado de ellas, partidos. El predio -de 55 hectáreas- debía estar custodiado por la policía en forma constante, pero se comprobó en varias ocasiones que los efectivos habían abandonado sus puestos, incluso durante la noche del ataque a las tumbas.
Según las pisadas y la dirección de las roturas, se sospecha que eran más de seis personas y que ingresaron saltando la pared trasera. Lo primero en ser dañado fue la construcción donde permanecen los restos de Victoria Chiaradía y Horacio Iglesia.
Las zonas afectadas en ningún momento fueron cercadas y la policía de cientifica se presentó después de diez días a realizar las pericias correspondientes, cuando ya era casi imposible determinar algo. Si bien desde fiscalía se solicitaron en forma inmediata los allanamientos correspondientes, la jueza de garantías los autorizó luego de un mes por falta de pruebas.
"Con esto se buscó crear una situación mediatica, no sólo por la cantidad, sino por el foco del daño" explicaba Caramelli, refiriéndose a la casita, como se le llama en la ciudad a la bóveda donde permanecen los restos de Iglesia y Chiaradía.
Al hablar sobre la hipótesis de lo ocurrido, tanto el director de la necrópolis como el intendente bahiense, Cristian Breitenstein hablan de una posible venganza y mensajes ocultos para con la comisión política y la ciudadanía, aunque no descartan otras posibilidades.
En un primer momento de este atentado se creyó que los daños afectaban a 250 sepulturas, anque más tarde se pudo especificar que en total eran 290.
Luego de los incidentes, se solicitaron 6 efectivos policiales y un servicio de vigilancia privada que permanezca en el predio hasta media noche, pero sólo se destinaron dos policías que deben estar hasta las 22 hs y una empresa de seguridad por falta de presupuesto.
A pesar de que el predio quedó custodiado por 7 personas (2 policías bonaerenses y 5 vigiladores privados), otra vez se logró vulnerar la seguridad y se dañó el nicho de Luciana Moretti. Palanquearon el marco, partiendo de ese modo al vidrio y dejaropn velas encendidas en el interior.

Por otra parte, mientras Caramelli seguía investigando por su cuenta, detectó que durante la gestión anterior los feretros eran reutilizados y vendidos por empleados municipales. En una cremación observó que si bien había 10 cuerpos, sólo quedaban 4 ataúdes. Al interiorisarse sobre el tema, pudo detectar el fin de los faltantes, los cuales eran devueltos a las fabricas a un costo menor.
Al preguntar por la venta ilegal de huesos, el administrador cuenta que para solicitar una exumación, debe iniciarse una causa y abonarse un impuesto de $6,20. Antes de asumir su cargo no existió ningún expediente de este tipo, siendo que a diario reciben pedidos de exumaciones, lo que deja entrever la comercialización previa.
Entre las hipótesis que se manejan, nunca se habló de un ritual, pero sí de un mensaje político: la primera y la última sepultura dañada tienen relación a los casos más polémicos de la ciudad. Casi al mismo tiempo que se realizaban los ataques, el director y su secretario recibían continuas amenazas por SMS y teléfono fijo, incluso a sus números privados, por lo que no dudan en afirmar que la ruptura de las sepulturas tiene directa relación a sus descubrimientos.
Si bien, el caso conmocionó a la ciudad y cubrió los titulares porteños por algunas semanas, hasta la fecha nada se hizo en torno a las diferentes y cuantiosas causas que se abrieron.
La nota llegaba a su fin y mientras me despedía de Marcelo y Leonardo, la mamá de Victoria Chiaradía regaba las plantas que dejaron junto a la bóveda, y el silencio volvía a invadir el lugar, dejando espacio sólo para el canto de algunos pajaritos que jugaban entre las estatuas y los pasos que iban dejando atrás las 300 historias de dolor que durante la entrevista habían vuelto a ser las protagonistas.