ENTRE PLAYAS Y FANTASMAS
Era una tarde de calor intenso, la temperatura llegaba a los 40º C. Nos dirigíamos a Villa Arias, un pueblo ubicado a 10 Km. de Bahía Blanca a investigar sobre el “Castillo de los Fantasmas”, una mansión construida entre 1912 y 1927, que, según los lugareños está habitada por espíritus.
Salimos de la ciudad a las 13:30 en un automóvil particular. Decidí apagar el aire acondicionado y disfrutar del viento que entraba por la ventanilla. Tomamos la ruta 229 y aproveché para fotografiar cada cosa que podía mientras mi compañera de viaje conducía.
En no más de 15 minutos llegamos al lugar indicado, unos 100 metros antes hay un pequeño lago formado por las típicas lluvias de verano junto a algunos sauces llorones con una altura similar a la de una casa de dos pisos, antes de ingresar al castillo decidí retratar el paisaje.
Al ver la mansión se podía adivinar el esplendor que alguna vez tuvo, si bien en la actualidad se encuentra castigado por el abandono, su belleza y diseño son imponentes: la construcción ocupa una hectárea, la entrada está formada por tres columnas de aproximadamente dos metros de altura y una escalera que finaliza en la puerta principal.
Si bien el nerviosismo estaba presente, no se notaba nada fuera de lo común. Nadie vivía en él ni en sus alrededores, la única presencia que se podía advertir era la de una paloma que había anidado en la parte superior de una de las columnas, y claro, los automóviles que pasaban por la carretera.
Sin haber podido descubrir nada, desilusionadas, llevándonos sólo una foto y un gran enojo, nos marchamos del lugar a la zona de playas –Villa del Mar, Punta Ancla y Arroyo Pareja- que se encuentra a veinte minutos, quizás podríamos averiguar algo allí.
Fuimos a Villa del Mar, la primera de las tres playas y la más pequeña, el largo es de tres cuadras. Al ingresar hay un camping junto a la pileta de natación. El agua allí siempre es tibia, hay una canoa amarrada a orillas del mar que, junto a los árboles, el sonido del agua y la soledad típica de esta costa, la convierte en un paisaje romántico. Averiguar algo sobre la leyenda del castillo era imposible, así que continuamos nuestro recorrido.
En Punta Ancla la entrada es restringida, está en una zona militar así que nos dirigimos a la última de las tres playas: Arroyo Pareja. La costa de ésta mide 1 Km. y medio, parados frente al mar tenemos a la izquierda la Base naval y el puerto militar y a la derecha el puerto civil: Puerto Rosales.
Donde comienza la playa es donde más gente concurre, los días de viento se llena de surfistas tiñendo el mar de colores. La zona cercana al muelle se la considera peligrosa debido a la profundidad –es utilizada para el acceso de las lanchas -.
A la entrada del lugar, al igual que en Villa del Mar se encuentra un camping y casi al centro, en la playa más tranquila hay un patio de comidas, el Centenario, donde, además, funciona una radio. Ya sin muchas esperanzas preguntamos si ahí conocían la leyenda que dio origen a nuestro viaje. ¡Por fin! Lo habíamos logrado, nos estaban contando la historia.
“El castillo pertenecía al primer terrateniente que tuvo Punta Alta –ciudad limítrofe de Villa Arias.-, él se suicidó ahorcándose en el sótano, pero antes mató a su bebé. Hace 20 años se inauguró un boliche donde siempre se sentían cosas raras; los más atrevidos se burlaban de lo que escuchaban y tenían accidentes, más tarde, cuando se marchaban.” Nos contaba Mario. “Les aconsejo que no lo tomen a la ligera, mejor olviden el tema”. Advirtió mientras nos despedíamos ya, para volver a la ciudad.
Cuando llegué a casa me dispuse a revisar las fotografías tomadas en el viaje. La sorpresa fue inimaginable cuando comprobamos que en la imagen del castillo se veían cosas extrañas en el aire, como si un hombre y un bebé flotaran, había salido en un tono violáceo y nadie pudo determinar el por qué. No creo en los fantasmas, pero desde entonces prefiero no ir de noche.
Salimos de la ciudad a las 13:30 en un automóvil particular. Decidí apagar el aire acondicionado y disfrutar del viento que entraba por la ventanilla. Tomamos la ruta 229 y aproveché para fotografiar cada cosa que podía mientras mi compañera de viaje conducía.
En no más de 15 minutos llegamos al lugar indicado, unos 100 metros antes hay un pequeño lago formado por las típicas lluvias de verano junto a algunos sauces llorones con una altura similar a la de una casa de dos pisos, antes de ingresar al castillo decidí retratar el paisaje.
Al ver la mansión se podía adivinar el esplendor que alguna vez tuvo, si bien en la actualidad se encuentra castigado por el abandono, su belleza y diseño son imponentes: la construcción ocupa una hectárea, la entrada está formada por tres columnas de aproximadamente dos metros de altura y una escalera que finaliza en la puerta principal.
Si bien el nerviosismo estaba presente, no se notaba nada fuera de lo común. Nadie vivía en él ni en sus alrededores, la única presencia que se podía advertir era la de una paloma que había anidado en la parte superior de una de las columnas, y claro, los automóviles que pasaban por la carretera.
Sin haber podido descubrir nada, desilusionadas, llevándonos sólo una foto y un gran enojo, nos marchamos del lugar a la zona de playas –Villa del Mar, Punta Ancla y Arroyo Pareja- que se encuentra a veinte minutos, quizás podríamos averiguar algo allí.
Fuimos a Villa del Mar, la primera de las tres playas y la más pequeña, el largo es de tres cuadras. Al ingresar hay un camping junto a la pileta de natación. El agua allí siempre es tibia, hay una canoa amarrada a orillas del mar que, junto a los árboles, el sonido del agua y la soledad típica de esta costa, la convierte en un paisaje romántico. Averiguar algo sobre la leyenda del castillo era imposible, así que continuamos nuestro recorrido.
En Punta Ancla la entrada es restringida, está en una zona militar así que nos dirigimos a la última de las tres playas: Arroyo Pareja. La costa de ésta mide 1 Km. y medio, parados frente al mar tenemos a la izquierda la Base naval y el puerto militar y a la derecha el puerto civil: Puerto Rosales.
Donde comienza la playa es donde más gente concurre, los días de viento se llena de surfistas tiñendo el mar de colores. La zona cercana al muelle se la considera peligrosa debido a la profundidad –es utilizada para el acceso de las lanchas -.
A la entrada del lugar, al igual que en Villa del Mar se encuentra un camping y casi al centro, en la playa más tranquila hay un patio de comidas, el Centenario, donde, además, funciona una radio. Ya sin muchas esperanzas preguntamos si ahí conocían la leyenda que dio origen a nuestro viaje. ¡Por fin! Lo habíamos logrado, nos estaban contando la historia.
“El castillo pertenecía al primer terrateniente que tuvo Punta Alta –ciudad limítrofe de Villa Arias.-, él se suicidó ahorcándose en el sótano, pero antes mató a su bebé. Hace 20 años se inauguró un boliche donde siempre se sentían cosas raras; los más atrevidos se burlaban de lo que escuchaban y tenían accidentes, más tarde, cuando se marchaban.” Nos contaba Mario. “Les aconsejo que no lo tomen a la ligera, mejor olviden el tema”. Advirtió mientras nos despedíamos ya, para volver a la ciudad.
Cuando llegué a casa me dispuse a revisar las fotografías tomadas en el viaje. La sorpresa fue inimaginable cuando comprobamos que en la imagen del castillo se veían cosas extrañas en el aire, como si un hombre y un bebé flotaran, había salido en un tono violáceo y nadie pudo determinar el por qué. No creo en los fantasmas, pero desde entonces prefiero no ir de noche.
1 comentario:
He leido con atención diversos trabajos que has publicado, sinceramente quiero que sepas que me gusta tu estilo de escribir, la forma en que documentas tus investigaciones y las reflecciones que haces cuando ha lugar a ellas.
Seguire tu trabajo con mucho interes, aunque debo decirte que me has privado del privilegio de poder verte en la foto que algun dia estubo aqui publicada en la que te vez muyu bella. felicidaes Romina. atentamente desde México Foxterman.
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